Durante muchos veranos, mientras fui pequeña, pase los veranos en el campo con mi prima y mis abuelos, lejos del pueblo, lejos de todo el mundo, mi prima y yo solas con mis abuelos…fueron los mejores veranos de mi infancia.
A menudo acuden a mi memoria retazos de esos días….
El columpio que nos construyo mi abuelo en la higuera que había a la entrada de la casa, las plantas que tenia mi abuela que se cerraban al atardecer y se despertaban con nosotras por la mañana abriendo y cerrado sus flores, los bocadillos de pan con aceite y azucar, de pan con vino y azúcar, mi abuela cosiendo después de la siesta escuchando a Elena Francis, Braulio y Eurovisión….
…. Pero hay una imagen de la que me acuerdo con una emoción especial y más en estos días en los que el último libro de Almudena Grandes ha despertado en mi sensaciones que se han instalado en mi corazón para siempre, sentimientos que no voy a dejar escapar nunca y que le agradezco desde aquí, y es que he vuelto a verme, de noche, al fresco en el porche de la humilde casa de mis abuelos en el campo, mi abuela en una silla plegable, mi abuelo en la otra, mi prima sentada en una de las rodillas de mi abuelo y yo en la otra… y parece como si me escuchara, como si nos escuchara ahora mismo
“ Abuelo cuéntanos cosas de la guerra”
Y mi abuelo cada noche de cada día de esos veranos nos contaba lo duro que había sido dejar a mi abuela embarazada para irse a la guerra, la batalla de Teruel, cuando le dispararon al salir tras un conejo… cuando le capturaron los franquistas y le obligaron a luchar contra los suyos, cuando le dijeron que a los diez años se iba a morir… a mi abuela, contándonos como fue hasta Barcelona andando….
Cada noche un capitulo, capítulos de unos hechos que ocurrieron de verdad y que sufrieron en sus carnes, en sus corazones….
Podría contar alguna de aquellas historias, pero ese no es el fin de este Post.
El fin de que yo escriba esto, es decir que yo he querido mucho muchísimo a mis abuelos, que llore su muerte y que sigo llorándoles, que no puedo acordarme de ellos sin que las lagrimas afloren a mis ojos, que fueron los mejores abuelos del mundo y que hoy y después de leer un libro,
El Corazón Helado , que os recomiendo encarecidamente me siento más orgullosa de ellos todavía y les quiero más, si es que eso es posible...