Elogio de la lentitud
Estamos atrapados en la cultura de la prisa y de la falta de paciencia. Vivimos en un estado constante de hiperestimulación e hiperactividad que nos resta capacidad de gozo, de disfrutar de la vida, de acceder al placer que uno puede hallar en su trabajo, en las relaciones humanas o en la comida.
La lentitud nos devuelve una tranquilidad y un ritmo pausado que nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con el placer y con los otros. Hay que reaprender el arte de gozar si queremos ser felices.
Tratamos de amontonar tanto consumo y tantas experiencias como nos sea posible. No sólo deseamos una buena profesión, sino también seguir cursos de arte, ejercitarnos en el gimnasio, leer todos los libros de las listas de los más vendidos, salir a cenar con los amigos, ir al cine, tener una satisfactoria vida sexual...
El resultado es una corrosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que, de una manera realista, podemos tener, lo cual alimenta la sensación de que nunca hay tiempo suficiente.
Todo objeto inanimado o ser viviente que se interpone en nuestro camino, que nos impide hacer exactamente lo que queremos hacer cuando lo queremos hacer, se convierte en nuestro enemigo. Hemos perdido la capacidad de esperar.
Vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida. La mejor forma de aprovechar el tiempo no es hacer la máxima cantidad de cosas en el mínimo tiempo, sino buscar el ritmo adecuado a cada cosa. Hay que plantearse muy seriamente a qué dedicamos el tiempo.
¿Cuál es el primer paso?
Deberiamos aceptar que uno vive mejor cuando hace menos. Mirar la agenda y colocar todo lo que hacemos durante la semana en orden de prioridad y empezar a cortar desde abajo, lo que no resulta nada difícil, porque llenamos nuestro tiempo de cosas que no son esenciales, lo hacemos por reflejo, porque eso es lo que se hace. El segundo paso es seleccionar los programas de televisión que nos interesan y no encenderla por costumbre. Así le podrá dar más tiempo a las cosas importantes: la comida, las relaciones, el sexo, lo lúdico y la calidad de trabajo...
Atrevete a cambiarle el ritmo a tu vida! La hara mejor...
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